lunes, 13 de abril de 2009

Sin explicación

Cuando una persona vive sola, la vida es muy fácil. Claro, eso si uno disfruta de la soledad y de pasar el tiempo con uno mismo. Debo aceptar que este escenario no es el más común entre los humanos: la gente se aterra cuando se sienten faltos de compañía o de afecto. Es más, me atrevería a decir que hasta la sensación de soledad espiritual hace que las personas crean en un Dios sin haberlo visto. No me malinterpreten: una fe puede ser ciega y muy poderosa al mismo tiempo, porque si alguien cree que lo que siente es verdadero, entonces sí es real. Lo que se puede sentir, pero no explicar, no supone una contradicción.
En todo caso, la soledad constituye un sentimiento humano que, al cabo, se ha visto de manera negativa, ligado a oscuridad, a depresiones, a ansiedades y hasta suicidios. Socialmente, a las personas solitarias se les considera raras, y se piensa que viven así debido a que fueron despreciadas y no a que lo hacen por voluntad propia. Pero eso solo porque lo hemos querido ver desde ese punto de vista, porque no siempre fue así. Muchas culturas orientales e indígenas valoran el tiempo a solas como un modo de meditar acerca de las acciones o pensamientos erróneos que uno comete, como una manera de recapacitar y mejorar la conducta, como una forma de autocrecimiento. El fin de todo esto es, por así decirlo, entenderse primero a uno mismo para luego entender a los demás. El conocimiento del propio pensamiento conduce a un mayor respeto del de los otros.
Ahora bien, lo dicho anteriormente tampoco debe ser malentendido. Lo que pasa es que hay una diferencia entre poder entender la vida de otra persona, y compartirla. Entender es algo superficial, es tratar a una persona sin una implicación directa. En cambio, compartir ya lo involucra del todo a uno. Y es ahí cuando digo que la vida de una persona solitaria es más fácil: porque las decisiones que uno tome van a afectarlo principalmente a uno. La persona que vive sola, ya sea por decisión propia o por otras razones, tiene la facilidad de no tener que compartir su vida con nadie. Es completamente independiente, y puede hacer lo que quiera, ir donde quiera, ser como quiera. La simplicidad de la soledad es una cosa difícil de perfeccionar...
A mí siempre me gustó la soledad por esa razón. Pero, a veces, un solitario llega a conocer a alguien tan sublime como para sacrificar la facilidad que significa vivir en ese estado. Porque uno se da cuenta de que, por extraño que parezca, complicar la vida a veces hace que se disfrute más. Es como una receta que, entre más elaborada, mejor sabe. Es como respirar el aire del campo, que, por alguna razón, huele más rico. Porque una vez más, lo que se puede sentir, pero no explicar, no supone una contradicción.

"¿Quién sabe si existía o no, y menos él mismo? Uno mismo es quien menos sabe de su existencia... No se existe sino para los demás."
Niebla (1914)
Miguel de Unamuno

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan tus escritos, son simples, son directos.. con la esencia misma que las experiencias traen. El lenguaje escrito no es más que un extracto que representa el cuantioso mundo de una persona, lo que aprecia, lo que sueña, lo que lee, lo que siente, lo que ve... te felicito, porque aunque ninguna persona es igual.. tus ideas calan profundamente en otros, palpándose tal cual fueran de un mismo ser. Seguí escribiendo! Se despide con cariño, Metamorfosis.. una amiga.