jueves, 10 de mayo de 2007

Aquí abajo



Hoy te vi desganada, cómo muriendo. Me acerqué a ver si lograba alegrarte, y vos me preguntaste por mis habilidades de vuelo. Yo te respondí que soy el mejor. Que sé volar alto, que puedo llegar lejos.
Y entonces me pediste ese favor; ese que nunca imaginé que me preguntarías. Bueno, tal vez si me lo había imaginado. Tal vez en mis sueños más bizarros, pero vos sabés que yo nunca puedo acordarme de ellos. De cualquier manera, me tomaste por sorpresa, no lo niego. Y aunque mi razón me decía que no era buena idea levantar vuelo en tales condiciones, en medio de la tormenta (y no era otra de esas absurdas tormentas veraniegas mías), mi corazón ansiaba verte feliz. Y te respondí lo que querías escuchar…
Entonces nos elevamos, sin decir nada más. Revoloteamos juntos, hicimos grandes acrobacias. Hasta el viento estaba a nuestro favor. E inesperadamente, vos cambiaste el rumbo. Me cortaste las alas en pleno vuelo y te escapaste con ellas. Me dejaste caer al suelo, sin volver a ver para atrás.
Ahora soy yo el que está desganado, como muriendo. Ocupo que alguien me explique como es que hago para volver a volar.

¿Acaso, vos, me podés ayudar?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy te he visto, recorrías el mundo cómo si una sola ráfaga de viento fuera la que pusiera las murallas para poder entrar en tu corazón. Al igual que ella, desganada como muriendo estaba yo. Mi silencio pudo más que mi dolor, observaba tus pasos, te seguía pero ni modo, recorrías el camino buscando quién sabe qué cosas lejos de mi. Ahora escribo anónima, tratando de jugármela para no tener que morir en el intento. Me asomo en tus escritos, con la esperanza errante de algún día estar en ellos, más quizá nunca suceda. A la pregunta que has hecho, con gusto ayudaría para que tu vuelo fuera el más perfecto, pero cómo he de hacerlo si el cielo está gris?